La
abuela Emma llegó ayer a la Basílica a las 9.17 de la
mañana.
Foto: Lázaro Azpeitia/Lujan en Línea
Nunca
había escuchado nada sobre la Virgen de Luján.
Recién supo de su
existencia por el papa Francisco y su devoción hacia ella. Fue
entonces que Emma Moronsini se propuso que antes de que su vida
terminase iría a visitarla a su Basílica acá en la Argentina.
Ayer, a los 91 años, después de casi tres meses, Emma se dio ese
gusto. Sonó hasta redundante cuando al cruzar la puerta de la
Basílica, rodeada de una multitud que se había acercado a
recibirla, manifestara su felicidad por estar ahí.
Su cara ya lo
decía todo pese a los magullones y los más de 1200 kilómetros que
había caminado sola desde San Miguel de Tucumán, desde donde partió
el 27 de diciembre, hasta su llegada a Luján.
Cumplido el propósito
ahora espera el sueño: conocer al papa Francisco en Roma, el próximo
22 de abril.
Lo hace una vez al año, con el objetivo de
terminar su recorrido en algún santuario. En su lista ya tachó
México, Portugal, España, Polonia, Israel, y Brasil, donde por
ejemplo caminó desde Salvador hasta el Santuario de Nuestra Señora
de Aparecida en San Pablo. Se calcula que ya caminó más de 35.000
kilómetros.
Y ahora le tocó a la Argentina. Pero no se trata de
caminar por caminar. Emma lleva su mensaje, su sacrificio en pos de
la paz mundial y de las generaciones más jóvenes.
"No
es que yo tenga ningún atributo especial, soy igual a todos ustedes:
tengo dos piernas, dos brazos, una cabeza. Nada especial". Es lo
que responde Emma en un italiano con pizcas de español, durante una
entrevista en Capitán Sarmiento, una de las tantas que dio y uno de
los tantos pueblos en los que compartió su alegría, su fortaleza y
ganas de vivir.
Tal
como dijo, no hay secretos, tan sólo rutinas. Salir a la ruta al
alba, a las 6.30, y caminar durante toda la mañana para llegar al
próximo pueblo al mediodía, donde siempre la recibió un grupo de
vecinos para charlar con ella, abrazarla y acompañarla hasta la casa
de la familia que ya se había inscripto para alojarla esa noche.
Una
siesta, y por qué no tomar unos mates con el coro parroquial en la
plaza del pueblo como hizo en Tortugas, provincia de Santa Fe, o
visitar un hogar de chicos con discapacidades, participar de una
misa, o recorrer la ciudad en helicóptero o avioneta como la
agasajaron en las cordobesas Leones y Marcos Juárez.
Para
Emma, caminar no implicó un sacrificio. Sí lo es arrastrar con sus
manos el carro donde lleva su ropa, un paraguas y todos sus víveres:
un poco de pan, agua y leche en polvo. Dice que con eso es
suficiente. "Yo no soy más que un burro que tira una carreta
-dice-. Y descanso donde tenga que descansar: congregaciones
religiosas, una pensión, en un campo, o una banquina. Donde sea."
Los
domingos descansaba. A caminar salía durante los días de semana.
Cuatro o cinco horas en una mañana, tal vez diez, quince o hasta
treinta kilómetros, como los que hizo un día para llegar a Casilda.
Ella, una abuela de contextura pequeña, ya sin familiares en Italia,
pero acompañada por la gente de cada pueblo y de cada rincón del
mundo.
Ella con su carro, el sombrero de explorador, la chaqueta
naranja fluorescente para que la adviertan los automovilistas, una
remera o una camisa. Zapatillas deportivas y medias de algodón. Y
pegada en la espalda, esa estampa de Francisco y la Virgen de Luján.
Más
allá del esfuerzo, el mayor contratiempo lo padeció el pasado lunes
a sólo 35 kilómetros de Luján.Cuando se acercaba a Los Robles,
Emma sufrió una descompensación por una alteración en la presión
arterial: en la caída se fracturó el tabique nasal y el quinto
metacarpiano -una de las tres partes que componen los huesos de la
mano-, además de sufrir un leve corte a la altura del pómulo, según
se detalló en "Emma, la abuela peregrina", la página de
Facebook.
La
atendieron en el Hospital de San Andrés de Giles y se recuperó
rápido. Recién retomó su marcha anteayer, sin su carro y con el
apoyo de una ambulancia. Durante el recorrido, sin embargo, no quiso
en ningún momento apoyo médico. Tampoco protección de fuerzas de
seguridad. Ella manifestó estar tranquila y con la protección de la
Virgen.
Con
el brazo enyesado, una remera blanca con la estampa de la Virgen de
Luján, un pañuelo en la cabeza para protegerse del sol y con más
de 1200 kilómetros caminados en sólo tres meses, Emma hizo ayer el
último tramo hasta la Basílica. Hubo aplausos y lágrimas.
Al
entrar a la Basílica ella dijo: "Me dijeron que no podía ir
sola por la inseguridad, pero en el camino sólo encontré buena
voluntad y paz". Caminó hasta el altar, y mientras le daban
oxígeno con una mascarilla, se arrodilló en las escalinatas, frente
a la Virgen.
El
padre Daniel Blanchoud ofició una misa como celebración y más
tarde la municipalidad de Luján la nombró ciudadana ilustre en
reconocimiento a su esfuerzo.
Pero ése no es el fin de la historia.
Ahora espera volver a Italia la semana próxima y contar los días
hasta el 22 de abril, cuando tendrá su encuentro con Francisco en
Santa Marta. Y como anticipó en una entrevista en Arrecifes, no sabe
si podrá hablar con él, pero si se le permite hablar le dirá: "La
Argentina es un pueblo estupendo, maravilloso, que me ha tratado como
una princesa"